El Pueblo Nivaclé
Se les ha llacado con diferentes nombres, como Ashlushlai, Suhín, Chulupí; sin embargo, su auto denominación es Nivaclé. Significa “hombre genérico”. Históricamente es un pueblo grande que se dividía en grupos territoriales. Primeramente, se diferencia entre Tovoc Lhavos (gente del río) y Yita’ Lhavos (gente del monte), Jotoi Lhavos ( gente de los espartillares), Tavashai Lhavos (gente del campo). Los Tovoc Lhavos se dividían entre los Chishamnee Lhavos (gente de río arriba) y los Shichaan Lhavos (gente de río abajo).
El pueblo Nivaclé, según proyecciones antropológicas, para poblar el Chaco paraguayo, seguía el trayecto del Río Pilcomayo, distanciándose en el proceso de sus parientes lingüísticos, los Manjui, quienes poblaron la parte alta del Pilcomayo y tierra adentro hacia norte, y los Maká quienes se radicaron en la parte del Pilcomayo bajo y zonas del Chaco Bajo.
Los sistemas de explicación de los propios Nivaclé, sin embargo, afirman la presencia de su pueblo en la cuenca del Pilcomayo ya desde tiempos inmemoriales. Relatan los orígenes mitológicos de los hombres desde aquel entonces cuando aun se comunicaban con los animales en base de iguales. Explican la formación del universo en sus tres planos, sostenidos por cuatro fuertes troncos. Conocen los detalles de los varios cataclismos por los cuales tuvo que pasar este su mundo: la caída del cielo y su subsiguiente cambio de posición entre tierra y cielo, el incendio del mundo, y el gran diluvio que destruyó la mayor parte de la vegetación, animales y hombres.
La memoria colectiva, además de su conciencia de los tiempos mitológicos, también muestra toda una riqueza en recordar la historia tribal de los últimos dos o tres siglos. Informa de los tiempos de estabilidad lograda en las comunidades Nivaclé por medio de una economía diversificada que incluía la pesca, la recolección, la caza, el cultivo del maíz en los bañados, y las huertas sembradas en los rozados donde abundaban mandioca, batata, zapallos, sandía, porotos, tabaco. Eran tiempos de seguridad también por una eficiente defensa colectiva contra agresores de otras tribus, y un relacionamiento diplomático con los vecinos matacos hacia el sur, que consistía en un elaborado intercambio comercial. Era así, que los Nivaclé pudieron incorporar, en su economía, las cabras y ovejas, y el caballo.
Pero la historia reciente Nivaclé también relata de una paulatina decadencia de la suerte tribal. Atraídos por la oferta de bienes del hombre blanco, a comienzos del siglo veinte, los Nivaclé comenzaron a migrar anualmente hacia los ingenios azucareros de la provincia argentina de Jujuy, para ser empleados en la zafra. Estas aventuras les trajeron nuevas alianzas con otras etnias, y les brindó ciertas ventajas económicas. Sin embargo, según relatan, también inició, en la generación joven, un proceso de destrucción moral con la incorporación de los vicios del mundo “civilizado”. Además, estaban dejando por mucho tiempo a sus aldeas a la orilla del Pilcomayo, justamente en una época cuando allí comenzó la ocupación por el ejército boliviano. Una vez más unieron sus fuerzas vivas bajo el liderazgo del cacique guerrero Tofai, pero ya no pudieron echar a los invasores.
El tiempo de la guerra del Chaco es recordado por el pueblo Nivaclé como época de persecuciones y sufrimientos, de los cuales solo se podían esconder quienes se refugiaron en las misiones del Vicariato del Pilcomayo, o evadieron hacia territorio argentino. Terminada la guerra, ya no se volvió a lograr la autonomía económica y política de antes. Los Nivaclé, buscando nuevos mercados de trabajo en las colonias mennonitas del Chaco Central, ya se encontraban en un proceso de construcción de un nuevo proyecto de vida, de una nueva identidad social. Parte de esta nueva identidad llegó a ser la religión cristiana.
Hoy en día, existen procesos colectivos de construcción de una identidad étnica, que se basa en la memoria de la historia reciente, y combina la tradición cultural con nuevas conquistas culturales. Así siguen teniendo vigencia tales símbolos como la unidad étnica, la astucia colectiva, el idioma Nivaclé, la organización familiar con el rol de la mujer como coordinadora del hogar, la importancia de la tradición artesanal en la producción de artículos trenzados de caraguatá, tejidos de lana y productos de cerámica.
Al otro lado, la auto percepción y la auto proyección del pueblo incluyen proyectos nuevos que abarcan una participación activa en la economía y política nacional. Aspiran hacia una educación formal siempre más completa, y hacia las opciones de la capacitación técnica y profesional. Muestran preferencias hacia tales actividades económicas como changa y trabajos profesionales, pero también están abiertos por nuevos proyectos económicos con una base amplia diversificada que incluye la producción agrícola y ganadera.
También buscan el fortalecimiento social a través de reconocimientos legales y alianzas políticas con la sociedad envolvente. Aspiran la unión intercomunitaria a través de una “Organización de Pueblos Nivaclé”. Al mismo tiempo, se esfuerzan a consolidar, a nivel interno, su proyecto de vida que incluye instituciones como la escuela y la iglesia cristiana, con sus costumbres, prácticas y valores que las integran. Consolidan estos proyectos en estatutos comunitarios, como un intento de formalizar una nueva identidad étnica.